The Whale: Darren Aronofsky en busca de la compasión

Una de las películas más esperadas de esta nueva edición del Festival de Venecia es ‘The Whale‘, dirigida por Darren Aronofsky. Cinco años nos ha hecho esperar el cineasta neoyorkino después del éxito de Madre!. Producida por A24, este drama carcelario le puede valer a Brendan Fraser la Copa Volpi a la mejor interpretación, lo que le posicionaría como favorito en la temporada de premios y ganar el Oscar. No ganó en Venecia pero finalmente Fraser ha sido el ganador del Oscar al mejor actor protagonista.
En ‘The Whale’, Brendan Fraser ofrece una actuación virtuosa como Charlie, un profesor de inglés que vive con una grave obesidad y al que se le acaba el tiempo. Mientras hace un último y audaz intento de reconciliarse con su familia rota, Charlie debe enfrentarse, con todo su corazón y su feroz ingenio, a traumas largamente enterrados y a amores no expresados que le han perseguido durante décadas.
Pero ‘The Whale’ ofrece mucho más que oscuridad. Es un estudio de carácter de un hombre que lucha con la enormidad de su arrepentimiento, el deber de la paternidad y la viabilidad de la propia bondad. En el fondo, la película es una historia sobre la transformación y la trascendencia, la odisea de un hombre dentro de sí mismo y fuera de su cuerpo, un viaje a través de las profundidades del dolor hacia la posibilidad de la salvación.
A través de Charlie, la película nos da acceso a una vida que rara vez se retrata con ternura o inteligencia en la gran pantalla. Fraser se sumerge en el caleidoscopio del mundo interior de Charlie, en todas sus contradicciones, anhelos y miedos, con un ingenio centelleante y casi travieso. Es una actuación brillante y profundamente cálida, que no considera la empatía como enemiga de la honestidad, sino como dos caras de la misma moneda.
Esta intimidad entre el público y el protagonista es el corazón de la película, que se desarrolla a lo largo de cinco días en el mundo de Charlie, que busca la conexión con varias personas en su vida: una hija distanciada, una ex mujer, su mejor amigo, sus estudiantes en línea, e incluso el misionero de ojos abiertos en la puerta de su casa. A través de cada uno de estos encuentros, se perfila un retrato de la vida de Charlie, y se hace evidente la desgarradora gravedad de su situación. Lo que comenzó como un apartamento de una sola habitación se convierte en un campo de batalla, donde convergen y combaten el pasado, el presente y el futuro incierto.
El director de ‘Cisne negro‘ (2010) ha querido adaptar ‘The Whale’ como película desde que vio por primera vez la obra, escrita por Sam D. Hunter, hace casi una década. Enseguida le llamó la atención su inteligencia y el modo intrépido en que interroga a la condición humana sin ofrecer una respuesta fácil. Dice Aronofsky: «Lo que me gusta de ‘The Whale’ es que te invita a ver la humanidad de unos personajes que no son todos buenos ni todos malos, que realmente viven en tonos grises como la gente, y que tienen unas vidas interiores extremadamente ricas e intrincadas. Todos han cometido errores, pero lo que comparten son unos corazones inmensos y el deseo de amar incluso cuando los demás parecen no ser amables. Es una historia que plantea una pregunta sencilla pero esencial: ¿podemos salvarnos unos a otros? Eso se siente importante en el mundo ahora mismo, especialmente cuando la gente parece más que nunca estar dándose la espalda».
«Para mí, esto es lo que significa el cine», continúa. «A través del poder de la emoción, una historia como ésta puede ponernos en la piel de un hombre que, de otro modo, ni siquiera nos plantearíamos, y recordarnos que toda promesa de amor y redención está ahí en toda existencia humana». En cierto modo, ‘The Whale’ es una cacería, una búsqueda para captar la escurridiza naturaleza de la compasión: por qué la necesitamos y por qué la apartamos, cuándo podemos darla y cuándo no. Pero el público también experimenta la emoción de su florecimiento en el curso de la construcción de la historia. En medio del reexamen de la confianza y sus límites, Charlie rompe sus propios límites. Está sumido en una espiral desde la muerte de su pareja, pero ahora, ha superado el cansancio hasta alcanzar un optimismo palpable que ilumina estos días urgentes.
En el clímax de la historia, Charlie pregunta lo que Aronofsky considera uno de los puntos más profundos de la historia: «¿Alguna vez tienes la sensación de que la gente es incapaz de no preocuparse?»
Toda la esperanza que le queda a Charlie, especialmente para su aparentemente misántropa hija Ellie, tiene su origen en esta cualidad tan humana. Porque si sus convicciones sobre la empatía son ciertas, todo es posible para Ellie. «Charlie es una persona muy imperfecta, pero entiende el poder de la imaginación. Cree que si te tomas el tiempo necesario, cualquiera puede imaginar, e incluso comprender, el mundo de otra persona», dice Aronofsky.