Con algunas de las películas más esperadas de la edición reservadas para sus últimos días, como la fantástica ‘Aftersun’ de Charlotte Wells o la provocadora ‘Holy Spider’ de Ali Abbassi, el Festival de Sevilla 2022 llega a su fin dejando buen sabor de boca pero también la sensación de encontrarnos ante un año de transición, con un ligero paso atrás en la programación y un palmarés cuanto menos reprochable que ha otorgado el Giraldillo de Oro a la producción francesa ‘Saint Omer’.

Aftersun (Reino Unido). Dir. Charlotte Wells

En una secuencia de ‘Aftersun‘, debut de la británica Charlotte Wells en la gran pantalla tras tres cortometrajes, el personaje de Paul Mescal le pide a su hija que deje de grabarle con su cámara de vídeo, destrozado en silencio después de que ella le pregunte si a sus 11 años de edad se imaginaba que su vida sería como ha acabado siendo. Ella, tras cumplir su petición y bajar la cámara viéndole ligeramente afectado, le dice que no importa, que lo seguirá grabando con su “cámara mental», jugueteando inocente a encuadrar con sus dedos como quien continúa grabándole imaginariamente.

En este pequeño detalle nace, vive y muere ‘Aftersun’, una cámara fantasmal de empatía que mira al pasado para encontrarse con todo el dolor y la oscuridad escondidas que una niña de 11 años no supo ver por aquel entonces en su padre, pero también para recordar y revivir toda la luminosidad de aquel amor que sí se dedicaron en su último verano juntos.

Con una marcada estética que navega nostálgica entre ese 35mm granuloso y saturado, y la omnipresencia de las grabaciones caseras de vídeo que muchos aún recordamos de nuestras infancias, la ejecución visual de ‘Aftersun’ es excepcional desde el detalle en la composición narrativa (paredes que separan y dividen de un solo golpe tanto espacios como estados de ánimo, reflejos fantasmales en una pantalla de televisión que se funden con el pasado de las imágenes expuestas), a las decisiones de edición (cielos abiertos y limpios que disuelven al mar, bailes paralelos que desafían al tiempo y reencuentran figuras, cortes que devuelven el día a la noche).

De cómo el agua y el cielo se encuentran tras las siluetas de un padre y una hija que los contemplan, de cómo ese mismo azul infinito puede fundirse en el negro más inerte para desaparecer, y de cómo abrir los ojos bajo el agua puede suponer una mirada esperanzadora al futuro que esperas o un descorazonador golpe de realidad que oscurece el presente que tienes, dependiendo qué ojos lo miren. Porque si de algo va este túnel de memoria que ha construido Wells es de cómo nuestra mirada interpreta el mundo que nos rodea, y de cómo el tiempo la reconstruye y reencuadra con sabiduría. De que eso que hoy vemos sin comprender, en unos años quizás lo recordaremos dándonos cuenta de lo que realmente teníamos delante nuestra.

De karaokes que no se sienten completos en solitario, de bailes que sí consiguen liberar sin vergüenza la alegría y sus posibilidades, del regalo que supone ofrecerle el mundo entero a alguien con tan solo unas palabras de aliento, de emociones contenidas y acalladas que acaban estallando en lágrimas desconsoladas, de vergüenzas reprimidas para pretender escaparlas, y de cómo la imagen que se revela física ante nuestros ojos intenta mágicamente atrapar y guardar toda la felicidad de un instante que se nos derrite para siempre como un helado del que solo queda la galleta. Del tesoro imposible que es la memoria y el duelo eterno que implica bucear por sus corrientes.

Una obra de precisión y delicadeza que elige una y otra vez flotar en lugar de nadar, con el deseo de llegar así a un lugar más pacífico, más improbable, más sanador. ‘Aftersun’ es un templo al recuerdo, al encontrarse frente a frente desafiando al tiempo con una cámara en las manos, al amor que damos y damos y damos y damos.

Ashkal (Túnez). Dir. Youssef Chebbi

Desde la propia decisión de casting ya son los ojos oscuros de Fatma Oussaifi, atónitos e insólitos en cada mirada, los que van marcando el tono desolador, arriesgado e inerte de ‘Ashkal‘. Presentada en principio como un thriller policial, la obra parece por momentos estar más cerca de una película de terror, con una cámara que flota siempre alerta por espacios deshabitados que amenazan con desequilibrar la estabilidad del espectador, metiéndolo de lleno en un tempo tan incómodo como fascinante e hipnótico.

Incansable en su propuesta de perturbar y desconcertar, no hay un solo respiro de bondad en la cinta, repleta de imágenes que fascinan a la vez que repelen por su violencia, astutamente mostradas con una extraña convicción pausada y rítmica que se deleita en la imposible belleza de las mismas. Desde esos cuerpos que se inmolan sin explicación aparente, misterio que sobrevuela toda la cinta y sobre el que el equipo policial protagonista investiga, hasta la arquitectura desierta y olvidada de unos edificios abandonados durante su construcción en el distrito tunecino donde sucede la narración, solo iluminados por el rastro de las llamas inesperadas que van resurgiendo tras los cuerpos, retratados por movimientos de cámara calculados e incisivos.

Todo en ‘Ashkal’ suma para construir una atmósfera que acaba por consumirte, quemándote bien por desgaste o por repulsión. Con esa visión política latente, la ausencia de optimismo en un entorno social casi apocalíptico en la presentación de sus espacios, hay mucho de terror folk en la fascinación por no entregar información sobre ese misterio pesadillesco, prefiriendo dejar imágenes aterradoras que multiplican su impacto a través de la mirada consumida, amarga y desconsolada de una Fatma Oussaifi siempre dolida en silencio, rendida ante la incapacidad para encontrar respuestas.

‘Ashkal’, con todas las contras que se le puedan buscar, va sobrada de confianza en sus ideas y en sus formas, aspirando a dejar huella para quienes lleguen seducidos por la incomodidad hasta ese estremecedor plano final del que saldrán pidiendo explicaciones, secos y derretidos ante lo que acaban de ver sobre la mirada memorable y derrotada de su protagonista. Construido con ese material del que se nutren las pesadillas. Una obra con una gravedad especial a su alrededor.

How is Katia? (Ucrania). Dir. Christina Tynkevych

El ejercicio de estilo y emoción contenida que emplea la debutante Christina Tynkevych en ‘How Is Katia?‘ sorprende por la brutalidad sosegada con que aplica cada golpe narrativo y por la fría y cruel naturalidad con que los personajes que orbitan alrededor de su protagonista parecen aceptar lo ocurrido, carentes de cualquier dilema y con la decidida voluntad de limpiarse las manos en un marcado discurso político hacia la diferencia de clases y de consecuencias tras las acciones.

Para aplicarlo, Tynkevych se sirve del coraje apabullante de Anastasiya Karpenko, foco de todas y cada una de las secuencias de la obra, rendida a una rabia interna que amenaza con explotar en una locura imparable pero siempre acaba optando por una mirada, un gesto, una duda más sobre lo que se le avecina, con sutileza y precisión. Desenfocándole y nublándole sus alrededores con la cámara al ritmo que la narración la va confundiendo y atrapando en su odisea legal por encontrar justicia tras la muerte de su hija Katia en un atropello, es ese aparato visual de estilo el que eleva la obra, convirtiéndola en un viaje asfixiante y cargado de angustia.

Siempre con la ausencia y el duelo presentes, flotando para cargar de importancia cada plano y de razón a cada decisión de su protagonista, es el contraste de esa desolación emocional devastadora del tercer acto con la levedad esperanzadora de su inicio el que hace redonda a una obra que recurre a sus espacios para tratar de cerrar circularmente la narración, con el vacío silencioso de un lugar que minutos atrás se llenaba de vida en un deseo humilde de futuro al ritmo de una canción pop ucraniana.

Holy Spider (Dinamarca). Dir. Ali Abbasi

Lo de Ali Abbassi y su ‘Holy Spider’ es un despropósito y un engaño de marketing gigantesco. Una obra que se vende reivindicativa sobre una serie de feminicidios ocurridos en Irán hace veinte años, pero que sospechosamente pone toda su mira en el asesino de esas dieciséis mujeres, al que Abbassi se dedica a seguir durante casi hora y media de película, mientras vemos cómo ejecuta los asesinatos y entre medias vive un día a día “corriente» junto a esposa e hijos, humanizando por completo su figura entre delirios de locura fanática religiosa e idas mentales que entreveen problemas psicológicos.

¿Cuando dicen en la sinopsis que la película sigue a una periodista que investiga los asesinatos? Es mentira, sigue al asesino. ¿El premio a Mejor Actriz que le dieron en Cannes a Zar Amir Ebrahimi? Complicado saber qué película vería el jurado, porque en la que se ha proyectado en Sevilla su Rahimi no es más que el principal personaje secundario, por minutos y por relevancia narrativa.

En otro orden de cosas, intentando alejarnos y no valorar exclusivamente la obra por esa decisión miserable y repulsiva que realiza Abbassi con su elección del punto de vista principal para narrar a través del criminal, ‘Holy Spider’ es un cañón de thriller, seco y efectista, nocturno y sucio en su imagen, con ecos de aquella ‘Zodiac’ que dirigiera David Fincher o de la más reciente ‘Prisoners’ de Denis Villeneuve.

Teledirigida desde el primer minuto para deleitar a quien goce de este cine sobrio y pesado que no negocia con las prisas, el ejercicio de estilo es de una confianza total en sus habilidades, con un trabajo de cámara espléndido en el cerco a los rostros, esos que sufren y esos otros que asestan el dolor, asfixiante y sostenido en su crueldad.

Que la historia esté basada en hechos reales ayuda a entender por qué Abbassi parece querer dedicar tanta atención a elementos de contexto y localización, a ese delineado reiterativo de una sociedad iraní machista y religiosa que permite y alienta públicamente la cruzada del asesino, pero no puede de ninguna manera justificar su completa indiferencia durante gran parte del metraje hacia la periodista encargada de resolverlo todo, ni la detallada banalización de una figura por completo deplorable en sus acciones.

‘Holy Spider’ es la vieja confiable de narrar sobre mujeres, centrándose en las acciones y miradas de un hombre, relegando lo femenino al plano secundario. Tan potente en sus intenciones como desaprovechada en su ejecución.

Y los ganadores del Festival de Sevilla 2022 son…

La cineasta libanesa Mounia Akl, que ganó en la pasada edición del SEFF el Gran Premio del Jurado por ‘Costa Brava, Líbano’; Charles Tesson, crítico de cine francés que publica en la actualidad en Cahiers du Cinéma; la directora y productora española Rocío Mesa, que estrenó en 2013 en el Festival de Sevilla ‘Oresanz’; la actriz italiana Laurentina Guidotti y la escritora española Elisa Victoria, conforman el jurado oficial y han sido los encargados de otorgar los premios de la sección oficial, donde 18 títulos han competido este año por el Giraldillo de Oro.

Una 19ª edición del Festival de Sevilla que ha premiado como mejor película a ‘Saint Omer‘, el debut en el largometraje de ficción de la cineasta francesa de origen senegalés Alice Diop. El Jurado de la Sección Oficial del certamen decidió otorgarle el Giraldillo de Oro por “la gran confianza otorgada, en el contexto de un juicio, al poder de la palabra para entender la realidad sin dejar de mostrar a través de ella la bruma de lo inexplicable”.

El filme aborda, a través del caso real de una mujer que provocó la muerte de su bebé, los prejuicios raciales y la conciencia crítica de una sociedad multicultural, así como las contradicciones y los conflictos que acarrea la experiencia de la maternidad en la sociedad contemporánea. Saint Omer ha sido también distinguida con el premio al mejor guion, que firman Diop, Amrita David y Marie Ndiaye, por “el cuidado en la escritura de los personajes y en la expresión oral/verbal como manifestación visible y profunda del ser humano”.

La otra gran triunfadora ha sido ‘Close‘, de Lukas Dhont (de la que hablamos en la segunda crónica),  que ha recibido el Gran Premio del Jurado por el “elegante clasicismo de su puesta escena, que eleva un conmovedor retrato de dos notables personajes”; y el premio al mejor actor, para Eden Dambrine, por ofrecer “un retrato atemporal y profundamente desgarrador de la infancia, la culpa y la pérdida”, además de por ser capaz de, “con madurez y amor, llevar el dolor de Leo [su personaje] durante toda la película y proyectar su herida en nuestros corazones”. 

Aquí los premiados de esta edición.

Palmarés del Festival de Sevilla 2022
  • Giraldillo de Oro: Saint Omer (Francia) de Alice Diop
  • Gran Premio del Jurado (Ex aequo): Close (Bélgica) de Lukas Dhont y Fogo-fátuo (Portugal) de João Pedro Rodrigues
  • Mejor dirección: Pietro Marcello por Scarlet (Francia)
  • Mejor guion: Saint Omer (Francia)
  • Mejor actriz (Ex aequo): Julie Ledru por Rodeo (Francia) y Zar Amir Ebrahimi por Holy Spider (Dinamarca)
  • Mejor actor: Eden Dambrine por Close (Bélgica)
  • Mejor dirección de fotografía: Matadero (Argentina)
  • Mejor montaje: Los hijos de otros (Francia)
  • Premio ASECAN Mejor Película de la Sección Oficial: Siete Jereles (España) de Pedro G. Romero, Gonzalo García Pelayo
  • Mejor Película Sección Las Nuevas Olas: Aftersun (Reino Unido) de Charlotte Wells
  • Mejor Película Sección Las Nuevas Olas (no ficción): Viagem ao sol  (Portugal) de Susana de Sousa Dias, Ansgar Schäefer
  • Mejor Dirección de Película Española: H (España) de Carlos Pardo Ros
  • Gran Premio del Público EFA: Tori y Lokita (Bélgica) de Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne

Podéis consultar la lista completa de galardonados en la página oficial del 19 Festival de Sevilla. Hasta la vigésima edición.

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