
En una secuencia de ‘Aftersun‘, debut de la británica Charlotte Wells en la gran pantalla tras tres cortometrajes, el personaje de Paul Mescal le pide a su hija que deje de grabarle con su cámara de vídeo, destrozado en silencio después de que ella le pregunte si a sus 11 años de edad se imaginaba que su vida sería como ha acabado siendo. Ella, tras cumplir su petición y bajar la cámara viéndole ligeramente afectado, le dice que no importa, que lo seguirá grabando con su “cámara mental», jugueteando inocente a encuadrar con sus dedos como quien continúa grabándole imaginariamente.
En este pequeño detalle nace, vive y muere ‘Aftersun’, una cámara fantasmal de empatía que mira al pasado para encontrarse con todo el dolor y la oscuridad escondidas que una niña de 11 años no supo ver por aquel entonces en su padre, pero también para recordar y revivir toda la luminosidad de aquel amor que sí se dedicaron en su último verano juntos.
Con una marcada estética que navega nostálgica entre ese 35mm granuloso y saturado, y la omnipresencia de las grabaciones caseras de vídeo que muchos aún recordamos de nuestras infancias, la ejecución visual de ‘Aftersun’ es excepcional desde el detalle en la composición narrativa (paredes que separan y dividen de un solo golpe tanto espacios como estados de ánimo, reflejos fantasmales en una pantalla de televisión que se funden con el pasado de las imágenes expuestas), a las decisiones de edición (cielos abiertos y limpios que disuelven al mar, bailes paralelos que desafían al tiempo y reencuentran figuras, cortes que devuelven el día a la noche).

De cómo el agua y el cielo se encuentran tras las siluetas de un padre y una hija que los contemplan, de cómo ese mismo azul infinito puede fundirse en el negro más inerte para desaparecer, y de cómo abrir los ojos bajo el agua puede suponer una mirada esperanzadora al futuro que esperas o un descorazonador golpe de realidad que oscurece el presente que tienes, dependiendo qué ojos lo miren. Porque si de algo va este túnel de memoria que ha construido Wells es de cómo nuestra mirada interpreta el mundo que nos rodea, y de cómo el tiempo la reconstruye y reencuadra con sabiduría. De que eso que hoy vemos sin comprender, en unos años quizás lo recordaremos dándonos cuenta de lo que realmente teníamos delante nuestra.
De karaokes que no se sienten completos en solitario, de bailes que sí consiguen liberar sin vergüenza la alegría y sus posibilidades, del regalo que supone ofrecerle el mundo entero a alguien con tan solo unas palabras de aliento, de emociones contenidas y acalladas que acaban estallando en lágrimas desconsoladas, de vergüenzas reprimidas para pretender escaparlas, y de cómo la imagen que se revela física ante nuestros ojos intenta mágicamente atrapar y guardar toda la felicidad de un instante que se nos derrite para siempre como un helado del que solo queda la galleta. Del tesoro imposible que es la memoria y el duelo eterno que implica bucear por sus corrientes.
Una obra de precisión y delicadeza que elige una y otra vez flotar en lugar de nadar, con el deseo de llegar así a un lugar más pacífico, más improbable, más sanador. ‘Aftersun’ es un templo al recuerdo, al encontrarse frente a frente desafiando al tiempo con una cámara en las manos, al amor que damos y damos y damos y damos.