Después de cosechar muy buenas críticas en el Festival de Sundance, ‘Past Lives‘ viene dispuesta a que no se le escape el Oso de Oro en la Berlinale. El debut de la canadiense de origen surcoreano, Celine Song, cuenta con varios alicientes para convencer al jurado presidido por la actriz Kristen Stewart. La premisa de dos amigas de la infancia profundamente unidas que se separaron y se vuelven a reencontrar muchos años después en Nueva York le vale a la cineasta para construir un drama romántico intimista, complejo emocionalmente, contenido, tierno, conmovedor y con una visión profundamente personal de las relaciones.

Una noche, hace unos años, la cineasta Celine Song se encontró sentada en un bar entre dos hombres que pertenecían a facetas muy distintas de su vida. Uno era su marido, de Nueva York, y el otro su amor de la infancia, que estaba de visita en la ciudad desde Corea del Sur. En su papel de traductora e intermediaria, Song se sintió en ese momento como alguien que puede trascender la cultura, el tiempo, el espacio y el idioma.

Fue allí, sentada en esta convergencia de mundos, donde Song -tras su paso por el teatro neoyorquino como dramaturga (Endlings)- vio la inspiración de lo que sería su debut cinematográfico, ‘Past Lives‘. Apropiadamente, la película comienza con su protagonista, Nora, sentada entre su marido y su primer amor, una imagen especular de la memoria de Celine Song.

Sin embargo, sería un error interpretar esta dinámica como la primera escena de un triángulo amoroso melodramático. En lugar de ello, Song convirtió esta semilla de la experiencia en una película tranquilamente desgarradora, preocupada por algo mucho más complejo emocionalmente: las partes de uno mismo que perdemos al convertirnos en las personas que somos, y la forma en que nuestras vidas son moldeadas por aquellos a quienes amamos.

‘Past Lives’, a la vez sorprendentemente íntima y contundente en su alcance, se divide en tres partes que abarcan países y décadas: En primer lugar, Nora (Moon Seung-ah) es una niña coreana que desarrolla un vínculo temprano con su mejor amiga, Hae Sung (LeemSeung-min), antes de emigrar con su familia a Toronto; a continuación, Nora (Greta Lee) se reencuentra virtualmente con Hae Sung (Teo Yoo) a principios de la veintena; y, por último, más de una década después, Hae Sung visita a Nora, ahora dramaturga y casada con un escritor, Arthur (John Magaro), en Nueva York.

Todo ello conforma un lienzo extraordinariamente ambicioso para el debut de Song, pero también una historia profundamente personal que sabía que solo ella podía dirigir. La primera película de Song tiene los instintos y el control de una artista con una visión precisa de cada una de las notas emocionales y conflictivas de la historia.

Past Lives, escrita y dirigida por Celine Song
La directora Celine Song posa con los intérpretes de ‘Past Lives’, Teo Yoo, Greta Lee y John Magaro, en la alfombra roja de la Berlinale

El tríptico que sigue a Nora a lo largo de los años trata, en el sentido más básico, de las diferentes partes de su pasado. Pero en la amplitud de la película -esbozando el largo arco de sus relaciones con Hae Sung y Arthur, y el memorable momento en que todos ellos acaban uniéndose- Song construye una meditación profundamente resonante y cálidamente generosa sobre la trayectoria de una vida.

La tragedia sencilla y conmovedora de la película es también su idea animadora: que elegir una vida significa perder otra. «Creo que hay una parte de ti mismo que dejas atrás en el lugar que dejaste», dice Song, que, como Nora, emigró de Corea a los 12 años a Toronto, antes de mudarse de nuevo a Nueva York a los 20. Es una verdad humana extrañamente inefable y visceral, que la película de Song consigue captar -a través de su intimidad profundamente arraigada, su contención, su forma tierna y conmovedora- con una agudeza emocional cortante.

Si ‘Past Lives’ es una película sobre adultos que hacen todo lo posible por comportarse como tales -sin dramáticas profesiones de amor, ni peleas con lágrimas en los ojos, ni villanos-, esto no quiere decir que no sea una película que trate sentimientos emocionales arrolladores. Pero para Song, estas ideas deben estar arraigadas en el naturalismo y en una rigurosa autenticidad. O dicho de otro modo: «Es importante que la película no se vea como una película sobre citas. Es una película sobre el amor«.

Así pues, la angustia de la película no radica en el amor perdido, sino en el desconocimiento, en las partes a las que nunca se puede llegar: «Él conocía una parte de mí que era diferente. Conocía algo a lo que mi marido no puede acceder», dice Song de su amor de la infancia. La comida que comía de niña, el olor de Seúl.

Cuando Nora habla en sueños, le dice Arthur en un momento dado, lo hace en coreano, adentrándose en una versión de sí misma que solo se encuentra en los sueños. Si Arthur nunca podrá conocer esa parte de Nora, existe una sensación de ausencia diferente y más alienante para Nora y Hae Sung. «Está aquí para levantar el velo y ver que esa niña se ha ido», dice Song sobre el viaje de Hae Sung a Nueva York. «La película culmina con una secuencia sobrecogedora -una escena que cuenta la historia de toda la película en miniatura, y que confirma inmediatamente a Song como maestra de lo devastadoramente humano– en la que Nora simplemente camina con Hae Sung por una calle de Nueva York.

Celine Song anticipa que quienes vean la película podrían, no obstante, ver el concepto como una abreviatura de quién es la verdadera alma gemela de Nora. Prevé que los espectadores se identifiquen con Nora, Arthur o Hae Sung, con sus propias versiones de lo que cualquiera de ellos debería o no debería haber hecho, con lo que la película dice sobre la nostalgia, o sobre conocer de verdad a alguien a quien amas, o sobre el anhelo existencial que conlleva vivir una vida. Si hay 50 personas en la sala, ella quiere que haya 50 razones diferentes por las que cada una de ellas haya llorado, y 50 formas diferentes en las que se hayan visto a sí mismas en esta historia de amor. En todas esas formas de ver su película, dice, «no hay en realidad una respuesta equivocada, excepto aquella en la que no te sientes conectado en absoluto».

Fuente: A24

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