Pedro Almodóvar ha presentado en la sección de proyecciones especiales del Festival de Cannes, su mediometraje ‘Extraña forma de vida‘, su primera incursión en un género como el western que ya está dando mucho que hablar. Una expectación inusual en la Croisette para un título de apenas 30 minutos que nos cuenta la historia del reencuentro entre dos amigos.

Un hombre cruza a caballo el desierto que separa su rancho del poblado Bitter Creek, va a visitar al Sheriff Jake, un amigo de juventud en la época en que ambos se contrataban como pistoleros. La acción transcurre en 1910, los dos hombres tienen unos cincuenta y cinco años. Silva es de origen mejicano, un tipo sólido, emocional, escurridizo, tramposo si es necesario, cálido (Pedro Pascal). Hace veinticinco años que no ve al sheriff Jake, un tipo rubio, estricto, frío y hermético (Ethan Hawke), casi lo opuesto a Silva. Por la noche, en casa del sheriff comen un estofado que él mismo ha cocinado, beben y hacen el amor, todo ello en abundancia.

A la mañana siguiente Silva pretende continuar la fiesta, pero se encuentra con un Jake pétreo que nada tiene que ver con el de la noche anterior. (Esto fue lo primero que escribí, las secuencias que siguen a esa noche orgiástica en la que ambos personajes se enfrentan a su pasado y a su presente de manera totalmente opuesta.)

Almodóvar habla de Extraña forma de vida

Este es el corazón de la historia: la discusión mientras se visten por la mañana. En esta discusión se desvela, (además de la pasión que vivieron de jóvenes, y que todavía palpita en ellos, aunque el sheriff Jake no quiera darse por aludido, una vez sobrios) las segundas intenciones del encuentro. Jake tiene que salir en busca de un asesino que según algún testigo es el hijo de Silva. Y Silva ha venido para interceder por él, tratando de convencerle de que su hijo es inocente y de que ceje en su búsqueda. Todo esto, el deber del sheriff frente al dolor de un padre, mezclado con reproches y declaraciones de amor de dos amantes que no se han visto en veinticinco años y cuyas vidas trascurren a ambos extremos del desierto, estos diez minutos centrales de la película, fueron la simiente de la historia, lo primero que escribí. Todavía no sabía cuál sería la historia, ni si habría historia, pero mi primera intención era dar voz a estos dos hombres maduros y queer que tradicionalmente han permanecido mudos en un género como el western. Me atraía la idea de romper ese silencio. ‘Brokeback Mountain’ de Ang Lee es lo más cerca que Hollywood ha estado de narrar una historia de dos hombres que se aman, y que hablan de ello, pero los amantes de la película de Ang Lee son pastores, no incluyo la película en el género western.

Hay westerns con personajes gays no declarados, como ‘Warlock‘ de Edward Dmytryk, cuyo guion abunda en datos sobre la relación apasionada de sus dos protagonistas, Anthony Quinn y Henry Fonda, pero ninguno habla de ello a pesar de que su relación sea uno de los ejes de la película. Lo cual convierte la película de Dmytryk en un western raro o con un guion mal escrito. La película solo se entiende si los dos son amantes, pero esa palabra nunca se dice.

Extraña forma de vida, un western gay protagonizado por Ethan Hawke y Pedro Pascal
Ethan Hawke y Pedro Pascal en una escena de ‘Extraña forma de vida’, dirigida por Pedro Almodóvar

Aunque soy un gran admirador del género, nunca había pensado que acabaría haciendo un western. He disfrutado mucho en el rodaje de ‘Extraña forma de vida’, a pesar de las temperaturas inhumanas del verano más caluroso de nuestra historia. Rodamos en un poblado construido en Almería por Sergio Leone como decorado de su mítica trilogía del dólar, con Clint Eastwood (‘El bueno, el feo y el malo’, ‘La muerte tenía un precio’ y ‘Por un puñado de dólares’). El paso del tiempo, hace más de cincuenta años de ello, le ha dado autenticidad al lugar, en la actualidad polvoriento y viejo. Ha desaparecido la imagen artificial de lo que hace cincuenta años fue un decorado de cine, construido unas semanas antes de rodar. También ha sido una experiencia emocionante trabajar con Ethan Hawke y Pedro Pascal, los dos extraordinarios en sus respectivos personajes.

En cuanto a la decoración he respetado las reglas del género sin caer en ninguna tentación anacrónica, excepto la canción del principio, con la voz de Caetano Veloso y el rostro angelical de Manu Ríos que da título a la película. Para la elección de los cuadros de las paredes de los dos decorados más importantes, el interior de la casa del sheriff y el rancho donde vive Silva, he recurrido a artistas de la época. En la casa del sheriff Jake hay varios cuadros de Maynard Dixon, uno de los primeros artistas, si no el primero, en pintar paisajes del Oeste Americano, con indios nativos y cowboys. Para mí ha sido todo un descubrimiento, su obra posee una coloración impropia de la época que la acerca al pop y en ocasiones al impresionismo. También hay un retrato de la actriz Lillie Langtry, muy famosa a principios del siglo, que llegó a hacer una película muda y a la que Ava Gardner interpreta en ‘El juez de la horca’, con Paul Newman. La otra gran artista que aparece en las paredes del rancho es Georgia O’Keeffe, suyo es el paisaje mejicano que cuelga sobre la cama de Silva.

Saint Laurent by Anthony Vaccarello se ha encargado de todo el vestuario. Más que en la realidad de la época nos hemos inspirado en el cine, cómo el cine ha vestido a los personajes de los westerns entre 1900-1915. Si alguien se extraña de que Pedro Pascal lleve una cazadora verde le recomiendo que vea ‘Horizontes lejanos’ de Anthony Mann, donde James Stewart luce una cazadora idéntica, verde. Y yo le tengo mucho respeto a Anthony Mann y a James Stewart.

También nos inspiramos en ‘Veracruz’ (Robert Aldrich), en concreto para el conjunto que viste Joe, el hijo asesino de Silva. Está inspirado el Burt Lancaster, todo negro. Y el sheriff Jake, viste de traje, con chaleco y bola tie, como casi todos los sheriffs de las películas del oeste que he visto. Kirk Douglas es uno de los modelos, tanto si hace de sheriff como de jugador de cartas, en ‘Duelo de Titanes’ o ‘El último tren de Gun Hill’, ambas de John Sturges. He vuelto a ver muchos westerns para no caer en anacronismos y la verdad es que el vestuario masculino ha cambiado muy poco, el sheriff es siempre el más elegante, habitualmente con traje, chaleco (la tela del chaleco era lo único que te permitía alguna fantasía, con brillantes adamascados), camisa y alrededor del cuello una bola tie.

El resto de personajes masculinos lleva siempre un pañuelo alrededor del cuello, de colores y estampados diversos, camisa generalmente de cuadros, y chaleco. Los vestidos de las prostitutas mexicanas están inspirados en ‘El Dorado’ (Howard Hawks). He consultado multitud de westerns, especialmente de Hawks, John Ford, John Sturges, Raoul Walsh, Anthony Mann, Peckinpah, Robert Aldrich, etc.

En cuanto a la narrativa en general y la música he seguido el canon clásico. A pesar de que en España tenemos una gran tradición de spaguetti westerns, en los 60 y 70 se rodaron más de cien, no me he inspirado en ninguno de ellos y el compositor Alberto Iglesias ha evitado a Ennio Morricone, que hubiera sido la referencia más fácil.

Fuente: El Deseo

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