Un ruido lejano, sobre el arroz y el desarraigo

Cuando el ser humano dejó de ser nómada para cultivar la tierra echó raíces. Ligado a la persistencia en un lugar, el término cultura significa cultivar y se asoció con las costumbres, como la ricicultura, la forma de vida en torno al cultivo del arroz, un conocimiento milenario procedente de China, país de los orígenes del protagonista de ‘Un ruido lejano‘, el nuevo cortometraje de Adrià Guxens.
Su trabajo, en los márgenes del cine documental, contextualiza la realidad de los chinos de segunda generación, aquellos que nacieron en España y que han perdido lazos con su país de origen. A través de la experiencia de su amigo Junyi, y proyectando sobre él las inquietudes vitales del propio Guxens, este hace una reconstrucción visual del sentimiento de desarraigo de un joven que trabaja de temporero del arroz en el Delta del Ebro y que recibe llamadas de su madre pidiéndole que regrese a China para ver a su abuela, gravemente enferma. Palabras que en un principio generan ruido pero que parecen calar a medida que el protagonista se introduce en la cultura de este cereal, surgiendo un intento de lucha consigo mismo en búsqueda de su propia identidad.
Más allá del conflicto familiar, estamos ante una historia de raíces, de nostalgia, del miedo a decepcionar, pero también el retrato de una profesión artesana, como la del cultivo del arroz. «Es muy importante mantener tus tradiciones, tu trabajo», le dicen a Junyi Sun en una escena clave de ‘Un ruido lejano’. ¿Qué le ocurre al protagonista, entonces? Debe medirse en esa contradicción que habita entre su deseo y la realidad.
Para lograrlo, Adrià Guxens aborda con respeto y honestidad a su protagonista y también amigo, sin juzgarlo, logrando un vivo retrato de la cotidianidad del campo, sobre todo de su dureza, con jornadas que no parecen terminar porque también hay que ahuyentar de la siembra en mitad de la noche a los temidos pájaros, además de sufrir las temidas e inevitables picaduras de mosquitos. A las secuencias del trabajo le suceden después otras que ofrecen aspectos más poéticos de la realidad. Todo se entrelaza con naturalidad en este ensayo cinematográfico donde el paisaje y la naturaleza son capaces de generar imágenes metafóricas que restituyen la memoria.
La confianza del cineasta en el sonido para enfrentarse al olvido del protagonista es todavía mayor que los estáticos planos generales que invitan a la introspección. Y entre los hallazgos estéticos de su cortometraje, pocos tan fértiles como el de situar al protagonista, Junyi Sun, caminando descalzo por los arrozales, conectado a la tierra que por paralelismo le une con sus raíces. Un despertar de la conciencia del que nos hace partícipes, demostrando lo difícil que es cortar los lazos consanguíneos, aquellos que nos acompañarán, aunque no queramos, durante toda la vida.