Robert De Niro, que ya había despertado la curiosidad de Martin Scorsese por la autobiografía de La Motta durante el rodaje de ‘Alicia ya no vive aquí‘, vuelve a la carga cuando su amigo está en horas bajas. Scorsese, encerrado en una nube de cocaína, no se complace más por el éxito artístico de ‘El último vals’ de lo que se lamentó por el fracaso de ‘New York, New York’. Acepta sin convicción la propuesta de De Niro y trabaja en varias versiones del guion de ‘Toro salvaje’. La última de las cuales, firmada por Paul Schrader, es la que finalmente prefiere.

En otoño de 1978 Scorsese sufre graves problemas de salud. Robert De Niro va a verle al hospital y le pregunta si es que desea morir. En ese momento comprende «quien es Jake, aunque solamente porque ha pasado por la misma experiencia que él». En las antípodas de epopeyas deportivas como ‘Rocky’ (1976), que empiezan a invadir las pantallas americanas, ‘Toro salvaje’ es la historia de una autodestrucción.

En la isla de Saint-Martin, De Niro y Scorsese reescriben el guion juntos. A partir de entonces el actor se convierte en boxeador y pasa horas en el cuadrilátero. Más tarde, en verano de 1979, se interrumpe el rodaje durante tres meses, durante los que engorda los 30 kilos que le caracterizarán como un ex boxeador. Durante la pausa, el director se casa con Isabella Rossellini, hija de uno de los maestros del cine, Roberto Rossellini, y de la actriz Ingrid Bergman.

Toro salvaje (1980), dirigido por Martin Scorsese

Para ‘Toro salvaje’, Scorsese inventó una nueva manera de filmar los combates de boxeo e impone el blanco y negro al estudio. Durante el rodaje, sale a la luz una nueva pareja de ensueño, en la que Joe Pesci, que da vida al hermano de Jake La Motta, sustituye a Harvey Keitel frente a Robert De Niro.

‘Toro salvaje’ se considera hoy la cima de la obra de Scorsese pero, cuando se estrenó, una parte de la crítica estadounidense la acogió con hostilidad, reprochándole la expresión de una violencia cada vez menos controlada en el país de Ronald Reagan y negándole al protagonista la redención que, en realidad, es el tema central de la película.

El fracaso comercial es tanto más doloroso cuando la película, que ha sido nominada a los Oscar, lo pierde en favor de ‘Gente corriente’, drama familiar de Robert Redford que también consigue el premio al mejor director por el que Scorsese estaba en liza. En ese momento, Scorsese comprende que no forma realmente parte del mundillo hollywoodiense. ‘Toro salvaje’ no tardará en hacerse un lugar entre las listas de las mejores películas americanas o mundiales, pero la carrera de su realizador parece haber chocado contra un muro.

Toro salvaje (1980), dirigido por Martin Scorsese

Una película de boxeo diferente

Scorsese entrevió una alternativa a los estereotipos de Hollywood en boga en materia de boxeo. Mientras el actor entrena, Scorsese aparta la mirada. «Bob vino a verme y me dijo: ¿Seguro que me estás mirando?, y le respondí: Sí, sí. Y luego añadió: Lo estoy haciendo por ti, ¿Lo sabes?. Lo que él no sabía es que yo era incapaz de filmar aquello de manera frontal, neutra… Me estaba diciendo a mí mismo: Hay que rodar desde dentro del cuadrilátero. Hay que filmar de una manera muy detallada, muy elaborada».

Otra experiencia de Scorsese, cuando asiste a algunos combates de boxeo en el Madison Square Garden, es cuando se sorprende inmediatamente con la imagen de una esponja empapada con sangre roja que cae sobre la lona del cuadrilátero, y que mancha a los asistentes desde las primeras filas. El realizador empieza a dibujar los combates, a darles personalidad. Un realismo que aparece desde el primer enfrentamiento entre Jake La Motta y Sugar Ray Robinson, hasta la pesadilla de la revancha, que toma las formas, si no los colores, de un mártir pintado en la Edad Media, con sus regueros de sangre manando de las heridas, y el rostro diabólico y contraído de Robinson, por oposición a la cara mutilada de La Motta. El público, el cuadrilátero han desaparecido, en realidad el decorado es dos veces más grande que un cuadrilátero, engullidos por los fumígenos.

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