
Con ‘Mi nombre es Alfred Hitchcock‘, Mark Cousins se acerca al icónico autor británico con un nuevo y radical enfoque: a través de su propia voz (esta a través del actor Alistair McGowan). Mientras Hitchcock vuelve a ver sus películas, nos embarcamos en una odisea a través de su vasta carrera: sus vívidas películas mudas, las legendarias películas de las décadas de 1950 y 1960 y sus obras posteriores.
En 2022 se cumplieron cien años del primer largometraje de Alfred Hitchcock. Un siglo después, Hitchcock sigue siendo uno de los cineastas más influyentes de la historia del cine. Pero, ¿cómo se mantiene su vasta obra y su legado en la sociedad actual?
Mark Cousins, el galardonado cineasta responsable de ‘La historia del cine: Una odisea’, ‘Los ojos de Orson Welles‘ y ‘La historia del cine: Una nueva generación’, aborda esta cuestión y examina al autor con un enfoque nuevo y radical: a través de su propia voz. Mientras Hitchcock vuelve a ver sus películas, nos embarca en una odisea a través de su vasta carrera -sus vívidas películas mudas, las legendarias películas de los años 50 y 60 y sus obras posteriores- de forma lúdica y reveladora.
¿Por qué un documental sobre Hitchcock?
En 2021, mi productor John Archer me dice que en 2022 se cumplían cien años de la primera película de Alfred Hitchcock, ‘Número 13’. Me preguntó si podría hacer una película sobre Hitch. Aunque una vez hice una película sobre Orson Welles, suelo evitar las grandes bestias del cine. Están bien cubiertas y prefiero explorar territorios menos conocidos. Pero las películas de Alfred Hitchcock me parecen inagotables. Y enseguida se me ocurrió cómo hacerlo. ¿Y si es una película en primera persona? Habla el propio Hitchcock, pero no utilizando imágenes de archivo o viejas entrevistas. ¿Y si escribo un nuevo y largo monólogo al que ponga voz alguien que pueda sonar como Alfred? Como un monólogo de Alan Bennett. La idea me entusiasmó porque me permitía, como cineasta, ser muy directo, jugar con la voz.
Para asegurarme de que hay cosas nuevas que decir sobre Hitchcock, y puesto que es cierre patronal, decido ver todas las películas en orden cronológico. Al mismo tiempo, leí algunos de los muchos libros que analizan sus técnicas y obsesiones, así como el libro de su hija Patricia, el de Tippi Hedren y otros. Para dirigir mi visionado, elijo algunos temas menos esperados en los que fijarme: la soledad, la plenitud, la altura, etc. Empiezo a mirar y enseguida estoy garabateando páginas de notas. Cuando la ves pensando en la plenitud. Cuando miras con la mente puesta en la realización, por ejemplo, ‘The Lodger’ y ‘The Lady Vanishes‘ se vuelven sutilmente diferentes.
Las películas mudas anteriores empiezan a parecer ecos previos de ‘Vértigo’. Veo horas de entrevistas con Hitch y llego a conocer su voz, sus cadencias. Más páginas de notas. Mis cuadernos se llenan. Unos meses más tarde, estoy listo para escribir. Cojo las tijeras y recorto mis cuadernos en líneas y párrafos. Acabo con unos mil trozos de papel. Luego los reúno en temas y los utilizo para estructurar mi escritura. Me pierdo en la escritura durante varias semanas. Cuando el guion estaba terminado, el montador Timo Langer y yo empezamos a cortar, al principio utilizando mi propia voz en lugar de la de Hitchcock.
Cuando terminamos, ‘Mi nombre es Alfred Hitchcock’ duraba dos horas. El productor John y la productora ejecutiva Clara Glynn la ven y estamos de acuerdo en que tenemos una especie de mosaico, un tejido juguetón. Pero ¿quién hará la voz de Hitchcock? Le pedí sugerencias a mi amigo Simon Callow. Dice que «el mejor oído del negocio es Alistair McGowan». Nos pusimos en contacto con su agente. Finalmente, recibo un mensaje de audio en mi teléfono. Es Alistair leyendo los primeros cinco minutos del guion. Y es Hitch. Le grabo en un pequeño estudio de Shrewsbury y, aunque he trabajado con Jane Fonda, Tilda Swinton y muchos de los mejores actores del mundo, me sorprende la precisión y la inventiva de su talento. Sustituimos mi voz por la suya y la película estaba más viva.
La película está terminada. En los créditos iniciales digo «Escrita y narrada por Alfred Hitchcock». Esto no es cierto, por supuesto -y en los créditos finales le decimos al público quién puso realmente la voz-, pero queremos crear la ilusión de que Alfred Hitchcock decidió por fin, desde el más allá, llevarnos de guía por su notable obra, uno de los grandes sistemas de imágenes del siglo XX, un laberinto de placer y deseo.
Desde nuestro siglo XXI, ‘El saboteador’ de Hitchcock parece una road movie, un retrato paisajístico de América y un hermoso ensayo sobre la tolerancia. La ternura de ‘La mujer del granjero’ parece un eco de la larga y estrecha relación del director con su esposa Alma. ‘Los 39 escalones’ parece una película de hipervínculos. La seriedad moral de ‘Falso culpable’ y ‘La soga’ es tan clara como siempre y hace que parezcan centrales en el cine de Hitchcock, y la soledad de ‘Psicosis’, ‘Yo, confieso’ y ‘La ventana indiscreta’ canta a los cuatro vientos. Visto en secuencia, se ve la búsqueda del cineasta. No solo en busca de historias, sino de realización, audacia y forma. Esta búsqueda hace que sus películas parezcan de hoy. Para un hombre tan interesado en el tiempo, su obra es intemporal.