Robin Campillo y el colonialismo francés en Madagascar

‘La isla roja‘, dirigida por el francés Robin Campillo (‘120 pulsaciones por minuto‘), compite por la Concha de Oro en la 71ª edición del Festival de San Sebastián. Un drama que nos sitúa en Madagascar a principios de los 70, en una de las últimas bases aéreas del ejército francés, donde las familias de los militares viven los últimos coletazos del colonialismo. Thomas, un niño de 10 años muy influenciado por la lectura de los relatos de la intrépida heroína “Fantomette”, observa con fascinación todo cuanto le rodea, mientras el mundo se abre gradualmente a otra realidad.
Robin Campillo nos descubre La isla roja
Mi padre era suboficial del Ejército del Aire francés. Mis padres, hermanos y yo nacimos en Marruecos y más tarde vivimos en Argelia. Nuestro último destino fue la base militar 181 de Ivato, en Madagascar. En cierto modo, mi infancia estuvo condicionada por las consideraciones geoestratégicas de Francia.
Cuando volví a Francia de niño, sentía verdadera nostalgia de Madagascar. A diferencia del resto de mi familia, no recordaba ni Marruecos ni Argelia. Mientras que estos dos países, un protectorado y un departamento respectivamente, pertenecían claramente a la historia del colonialismo francés, Madagascar parecía escapar a la mala conciencia colectiva. Sin embargo, sin saber muy bien por qué, no quería volver a ese país. Era como si algo se hubiera roto al salir de Madagascar, y tuviera que conformarme con los recuerdos.
No creo mucho en la autobiografía. Aunque todo en ‘La isla roja’ es “verdad”: el trabajo de mi padre en el Atlas Norte, los cocodrilos que nos regaló, el anillo que dibujó para mi madre, mi lectura de Fantômette… Y aunque rodamos en la base militar donde viví de niño, la película es pura fantasía. Me proyecté en la ficción como si nunca hubiera existido y que todo estuviera sucediendo por primera vez. Lo que intenté fue relativizar mis recuerdos, no buscar una verdad histórica o autobiográfica, sino crear un mundo sensorial, el de Thomas. Una conciencia naciente que descubre las cosas sin comprenderlas del todo.
Cuando salí de Madagascar y volví a Francia de niño, obviamente no era consciente del colonialismo. Sin embargo, aunque tenía nostalgia de este paraíso perdido, sentía que habíamos sido una anomalía en este país. De hecho, antes de embarcarme en este proyecto, nunca quise volver. Y la razón por la que hice esta película fue precisamente para desvelar las bambalinas de esta nostalgia. Para sacar a la luz la violencia silenciosa de una vida cotidiana aparentemente pacífica, pero cargada de los ecos de la represión de 1947.
Porque este paraíso perdido era ante todo un paraíso robado. Y yo quería dejar claro que no sólo se robaban los recursos, sino también las nubes del cielo, los paisajes… Estábamos robando la alegría de vivir en esta isla. Había una razón muy simple para nuestra presencia en este país: Francia quería mantener una posición estratégica en el océano Índico.
Todas las personas que rodean a Thomas viven en una ilusión colonial. Su propia familia ya tiene un pasado en Argelia. Sus padres han aplazado su regreso a Francia todo lo posible, como si su vida dependiera únicamente de la emigración, de escapar de un estilo de vida sedentario. Sin embargo, les persigue una angustia constante, el miedo a que todo se desmorone cuando regresen a Francia, a que la familia se rompa, a que pierdan su estatus privilegiado. En cierto modo, Madagascar es el último destino para escapar de la desilusión.
Es esta ansiedad la que Thomas percibe en la felicidad teatral y exagerada de los franceses. La película adopta algo más que el punto de vista del niño: abarca su imaginación, una imaginación hecha de ensoñaciones exóticas, detalles que percibe como emocionantes o amenazadores, y habladurías que revelan acontecimientos históricos. En consecuencia, algunas escenas, como el exorcismo de Bernard, tienen un estatuto ambiguo.
Estatus ambiguo, sin que sepamos hasta qué punto son realidad o fantasía. Desde este punto de vista, la película es menos una película histórica que un viaje sensorial a través de este periodo. Además, quería encontrar una lógica casi onírica en la secuencia de las escenas, como si una palabra oída o un material pudieran conducir a otra secuencia. Un poco como la grava del comedor de oficiales que conduce a las piedras semipreciosas que Thomas compra para su madre. Son casi galerías subterráneas que discurren bajo la superficie de la película.
Hay otra capa de imaginación en todo esto: Fantômette. Era uno de los libros que estaba leyendo en ese momento. Para Thomas, Fantômette representaba una forma de independencia: vivía sola, no parecía tener padres y se interesaba por las inquietantes actividades de los adultos. Para el niño, también evoca una Francia imaginaria, quizá incluso más fantaseada que Madagascar. De hecho, preferí utilizar maquetas para recrear el mundo de Georges Chaulet, así como máscaras para los personajes, como se veían en las series infantiles de la ORTF. Ya entonces esas máscaras me resultaban a la vez familiares y aterradoras.
Los episodios de Fantômette se hacen eco de otros elementos de la película, sin intentar responder a ellos completamente. Son retazos de ficción que interfieren en la narración principal, del mismo modo que un libro que estás leyendo colorea tu vida cotidiana. La identificacióncon esta heroína empujará a Thomas a una experiencia solitaria cuando tenga que abandonar Madagascar.
Es a través del artificio del disfraz y la máscara de Fantômette como Thomas conquista su autonomía. Descubre la clandestinidad, a solas con la noche. Y es también en esta condición como accederá a los bastidores de su propia vida. En esta base militar, que se asemeja a un escenario vacío desprovisto de actores, sigue a otros dos inmigrantes ilegales cuya historia se convierte en central: Bernard y Miangaly.
A primera vista, la historia de Bernard y Miangaly se parece a otra fantasía colonial: la del joven soldado enamorado de una bella nativa. Pero bajo la atenta mirada de Thomas, la pareja se revela más compleja, como si la aparente relación amorosa fuera incapaz deerradicar por completo la dominación. El lento baile en el comedor de oficiales es una reproducción íntima de la ambigüedad de la presencia francesa en Madagascar: la ingenua pasión de Bernard se convierte en un dañino deseo de posesión que asfixia a Miangaly. En realidad,la joven sabe que su aventura con Bernard no es más que una farsa. Miangaly se convierte en el gran punto de inflexión de la película. Es con ella con quien la película cambia de lenguaje.
Para mí, una de las escenas más importantes de ‘La isla roja’ es el momento en que descubre a Thomas siguiéndola por la noche. El niño aparece como un ser extraño e inquietante al que Miangaly descarta y con él a toda su familia, así como a todos los personajes que habíamosestado siguiendo hasta ese momento. Es el momento en el que arraso con mi propia nostalgia familiar y la propia película sufre una revolución.
Durante la mayor parte de la película, los malgaches son como extras a los que apenas se ve. Están en la escuela, en la iglesia, en las calles de la base, pero nadie les presta atención. La película recrea la crueldad de la colonización, hasta el punto de que estos extras se convierten en los protagonistas de la película y, sobre todo, de su propia historia. Y son ellos quienes, a través de los discursos políticos, arrojan nueva luz sobre todo lo que acabamos de ver, reinscribiendo la historia de la familia de Thomas en la historia colonial.
‘La isla roja’ termina con una canción del grupo Mahaleo llamada Veloma, que descubrí mientras trabajaba en la película. Es una canción a la vez jubilosa y melancólica, que acompañó la revolución malgache. Encontró naturalmente su lugar al final de la película, porque habla de la revolución como de una despedida de la infancia. Como un rechazo a ser considerado, o a considerarse, menor de edad. Todos los personajes de la película se encuentran a su vez en esta situación de menor frente a otro o frente a una institución: los malgaches frente a los franceses, Colette frente a su marido, Robert frente al general…