Isabel Coixet no tiene todavía en su haber de reconocimientos la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, pero en esta 71ªedición ya es favorita para ganarlo con ‘Un amor‘, un drama romántico en el que Laia Costa nos brinda una interpretación excepcional dando vida a Nat, una treintañera, traductora que encuentra refugio en el pequeño pueblo de La Escapa en un momento de crisis vital.

Coixet, que debutó con ‘Demasiado viejo para morir joven’ en la sección New Directors del Zinemaldia de 1989, presenta esta vez a una protagonista idealista con el entorno rural que pronto descubrirá las etiquetas, presiones, rencillas y la imposibilidad de pertenencia. Se instala en una casa rústica y en ruinas, acompañada de un perro salvaje y tosco para intentar reconstruir su vida de nuevo. Después de enfrentarse a la hostilidad de su casero y a la desconfianza de los habitantes del pueblo, Nat se descubre a sí misma aceptando una inquietante propuesta sexual de su vecino Andreas (Hovik Keuchkerian). A partir de este extraño y confuso encuentro, surge una pasión devoradora y obsesiva que consumirá a Nat completamente y le hará poner en cuestión el tipo de mujer que cree ser.

Isabel Coixet nos habla de Un amor

Todos vemos en nuestra cabeza una película al leer un libro y esa película solo nos pertenece a nosotros. A veces, los protagonistas de la novela tienen nuestras caras o las caras de nuestros seres queridos u odiados. A veces, las caras de actores conocidos, otras, rostros de seres desconocidos que son la suma de miles de rostros con los que nos hemos cruzado en la vida. Si el texto es especialmente bueno, olemos lo que los protagonistas huelen. Sentimos la humedad, el frío, el sudor, el contacto de una piel cálida, el asco ante un animal despanzurrado en la carretera o la emoción ante la lluvia después de semanas de sequía.

Un amor, drama romántico dirigido por Isabel Coixet

Cuando leí ‘Un amor’ de Sara Mesa, la última cosa que buscaba era una novela para adaptar al cine. Admiraba la prosa inclemente de la autora que había descubierto en ‘Cicatriz’ y que me había hecho esperar con impaciencia sus libros. Recuerdo leerlo de una sentada. Primero, el impacto, como un golpe sordo en el esternón. La identificación con Nat, su protagonista. He sido Nat y supongo que, camuflado en algún lugar bajo un ligero barniz de madurez y frágil equilibrio, sigo siendo Nat.

La segunda vez que leí el libro, vi la película. No quiero decir con esto que supiera exactamente cómo iba a ser, pero sí que veía la atmósfera, la ominosa sensación de tranquilidad bajo la que late un mar de suspicacia, desconfianza, ruindad. Veía las manos de Nat hurgando en la tierra mojada, arrastrando el moho detrás de una baldosa rota en la cocina. A veces, basta un detalle para empujarte a contar una película: unas manos, el rostro de un perro que evita tu mirada, manchas de humedad, el ruido de unas botellas vacías en una caja de madera cuando alguien les da una patada. Todas esas cosas y muchas más están en ‘Un amor’.

Encontrarme con sorpresas en el rodaje, gracias a la colaboración inestimable del elenco de actores más brutalmente armónico con el que he trabajado, me ha hecho volver a tener esperanza en el poder de las historias para entender el mundo. Mi ADN está en cada fotograma de esta cinta. Yo la he hecho por muchas razones, entre ellas la más importante: Porque no podía no hacerla.

Fuente: Bteam Pictures

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *